Tailandia fue nuestro puerto de entrada al Sudeste Asiático, y desde allí hemos ido avanzando hacia otros destinos...

Cuando nos planteamos ir por vez primera a Vietnam, en nuestro imaginario personal había un cúmulo de imágenes de películas y documentales sobre la famosa guerra. Nos era fácil imaginar el sufrimiento experimentado por este pueblo, y nos preguntábamos cómo habría impactado su forma de ser.

A nuestra llegada, nos encontramos con personas honestas y sencillas, y quedamos gratamente sorprendidos al observar que viven sin resentimiento, sin mirar atrás. Los vietnamitas han cerrado sus heridas y han decidido continuar adelante. ¡Qué fuerza poseen estas personas y que trabajadoras son!

Viajamos por ciudades tan evocadoras como Saigón o Hanoi, ricas en edificios coloniales, callejuelas bulliciosas y referencias históricas. Nos dejamos sumergir en la magia de un atardecer contemplando las impresionantes formaciones rocosas de la bahía de Ha Long. Recorrimos pequeñas aldeas rurales, con sinuosas terrazas de arroz de un verde resplandeciente...

Pero, por hermoso y fascinante que fuera el entorno, nuestra misión era otra, y en todos esos lugares visitamos artesanos, fabricantes de seda, pequeños comerciantes, empresas familiares dedicadas a confeccionar tejidos tradicionales…

Vietnam ha sido un punto de inflexión en nuestra trayectoria. Durante los primeros años de nuestra andadura, nos dedicamos a buscar piezas exclusivas y originales en cada país. Sin embargo, en ese viaje, con la experiencia adquirida y ante la motivación y necesidad de las personas que fuimos conociendo, nos decidimos a dar un paso más y comenzar a confeccionar nuestros propios diseños, en sus talleres.

Unos días febriles dedicados a elegir tejidos y a hacer bocetos dieron como fruto, dos meses después, a nuestra primera colección. Los vínculos creados entonces han perdurado en el tiempo, y a día de hoy seguimos abasteciéndonos de sedas, terciopelos y brocados con esas familias y continuamos encargando la confección de nuevos modelos en sus talleres.

De Vietnam también nos fascinó su artesanía de la laca. El lacado es un sistema lento y laborioso de tratar una pieza, generalmente madera o bambú, para crear un elemento de arte.

La laca es una resina que se extrae de un arbusto y a la que se somete a un proceso de depuración. Una vez preparada, se aplican unas veinte capas de laca, que hay que ir dejando secar de forma natural, lo que conlleva más de cien días -de ahí la diferencia entre una laca de calidad y otra turística-. Es sólo entonces cuando el artista procede a plasmar los motivos decorativos, añadiendo a menudo incrustaciones de madreperla. Para los artesanos vietnamitas, este proceso es un auténtico ritual, que realizan con esmero, paciencia y delicadeza. Una forma de trabajar y de ver la vida que hemos querido incorporar a nuestra marca, trabajando de forma minuciosa, personalizada, con un exquisito cuidado en cada detalle.

El Sudeste Asiático nos ha servido de inspiración durante muchos años para conseguir que nuestros productos reflejaran los valores que conforman nuestra identidad: calidad, autenticidad, naturalidad, solidaridad. En Vietnam nos propusimos lograr ese empeño aunando la originalidad de nuestros diseños con sus tejidos nobles y su confección artesanal. Un empeño que mantenemos vivo con cada viaje y con la búsqueda continua de nuevos retos.