Cuarto viaje: TAILANDIA

Una bofetada de aire cálido y húmedo nos recibió al descender del avión. Una vez engullidos por el tráfico pudimos comprobar en primera persona uno de los mitos de Bangkok: esta ciudad alberga los semáforos con mayor duración del mundo. Mientras pasaban los interminables minutos, observamos divertidos cómo algunos conductores, ya conocedores del tema, abandonaban sus vehículos y aprovechaban para comprar el almuerzo en los puestos callejeros…

En la puerta de nuestro hotel, a la orilla del río Chao Praya, nos recibieron con el saludo tradicional y una amplia sonrisa. El rio es el corazón de la ciudad: por sus aguas se trasladan sus habitantes de un barrio a otro, los niños acuden a las escuelas, los turistas visitan los templos de las orillas, el servicio de correos transporta las misivas, las mercancías pasan de una mano a otra… Asomados al río, ya no percibíamos el ruido ni el caos de la ciudad y nos sentíamos transportados a una Tailandia ancestral.

Así, sin más, sin aún conocer nada de este país, mientras contemplábamos el trasiego de embarcaciones cruzando las aguas, supimos que habíamos llegado a casa.

Desde entonces, este hotel se ha convertido en una escala obligada en nuestros viajes al Sudeste Asiático. En cada uno de nuestros viajes a esa zona del mundo, nos organizamos siempre para hacer una parada en Bangkok de un par de días, no sólo para contactar con los artesanos y pequeños comerciantes con los que hemos ido creando una relación de confianza, sino también para poder relajarnos en alguna terracita junto al río, disfrutar de su gastronomía inigualable, pasear por sus templos o descansar de una dura jornada de compras con un relajante masaje…

Tailandia es conocida como el país de la sonrisa. Para nosotros, representa también la sutileza. La elegancia forma parte de la vida de sus habitantes, que se esmeran en mantener un entorno hermoso y en expresarse con refinamiento. Los tailandeses están muy vinculados a sus costumbres y cultura. Las mujeres son las que mejor encarnan estos principios, con sus figuras elegantes, la suavidad de sus gestos, el brillante cabello, su piel impecable…

La naturaleza es generosa en Tailandia y el país rebosa de frutas, flores y una vegetación tropical que se nutre de los monzones anuales. Esta exuberancia se refleja en la decoración, la arquitectura, el mobiliario, la artesanía, el ropaje…

Disfrutamos por igual recorriendo mercadillos populares, visitando pequeñas aldeas de artesanos o eligiendo tejidos de lujo dignos de reyes y princesas. Cada año nos abastecemos de sus brocados inigualables, de sus sedas exquisitas, de una artesanía de enorme singularidad o de algunas delicadas piezas de joyería, ya que el país es el mayor centro mundial del comercio de rubíes y cuenta también con yacimientos de zafiros.

En las últimas décadas, Tailandia se ha convertido en un destino turístico muy popular. A lo largo de esos años, hemos ido observado cómo han variado algunos aspectos del país por esa influencia. Hemos vista playas cristalinas llenarse de chiringuitos, pueblecitos transformarse en ciudades...

Pero preferimos quedarnos con las cualidades que nos enamoraron a primera vista, con las que nos identificamos y que hemos hecho nuestras. En Tailandia nos hemos inspirado para encontrar el equilibrio entre la exuberancia y la sutileza, en nuestra búsqueda de una elegancia que no es clásica, ni rígida o aburrida, sino alegre, vibrante y original. Como nuestras prendas, como Mulia. Como tú.