Octavo viaje: Japón


Decidimos viajar a Japón no sólo con el ánimo de contactar con proveedores y generar contactos sino, sobre todo, en búsqueda de motivos de inspiración, ya que este país encarna para nosotros el refinamiento y la singularidad, dos principios con los que Mulia se identifica plenamente.
La sociedad japonesa aúna el profundo arraigo a sus tradiciones ancestrales con un carácter vanguardista, a la cabeza de los avances tecnológicos y de las tendencias en moda. Un maridaje sutil entre lo antiguo y lo nuevo, entre la rigidez de las normas sociales, personificadas por la familia imperial, y la rebelión individual, representada especialmente por las tendencias de la moda.
Iniciamos nuestra visita por la legendaria Kyoto. Llegamos en el mejor momento del año: cuando los cerezos están en flor. El espectáculo de los parques, las calles y los templos en esas fechas resulta inolvidable. Nada más aterrizar, acudimos a un espectáculo tradicional de geishas, ceremonia del té incluida, un auténtico bautizo en las tradiciones más arraigadas del país.
El delicado equilibrio entre las contradicciones culturales y el intrincado entramado de las etiquetas sociales hace complicado el entendimiento de los japoneses con los occidentales, que a menudo infringen sin ser conscientes reglas no escritas de comportamiento.
Armados con wifi portátil y un traductor de google, nuestros días en Kyoto transcurrieron rápidamente entre pequeñas tiendas tradicionales de artesanía y complementos y diversas visitas a las fábricas de marcas de moda independientes.
El tren bala nos llevó velozmente hasta Tokio, ofreciéndonos en su recorrido una visión fugaz del icónico Monte Fuji. La capital es una macro ciudad de rascacielos. A pesar de ello, nos llamó la atención la ausencia de ruido y de contaminación, seguramente debido al uso generalizado de vehículos eléctricos. Las calles están impolutas, sin un solo papel o desperdicio en el suelo, a pesar de no haber papeleras: los japoneses se llevan sus residuos a casa y allí los reciclan.
Para no dejarnos arrastrar por el ritmo frenético de la ciudad, preferimos alojarnos en el barrio histórico, donde aún perduran antiguos templos y mercados tradicionales. El casi inextricable dédalo de líneas de metro nos llevó, con la ayuda inestimable de varios transeúntes, hasta tiendas de tejidos que sólo frecuentan los propios japoneses, en barrios fuera de los circuitos turísticos. En estos establecimientos especializados pudimos elegir linos, sedas y algodones de una calidad excelente, con estampados y texturas que no hemos encontrado en ninguna otra parte del mundo.
Nuestra estancia en Japón nos hizo reflexionar sobre nuestro deseo de potenciar la singularidad de cada persona, combinando tejidos nobles con diseños de líneas sencillas. Todos somos únicos e irrepetibles, y la misión de Mulia consiste en romper con la uniformidad que la moda globalizada nos impone.
Nuestra confección manual y nuestras ediciones limitadas aseguran la exclusividad de cada una de nuestras prendas y su adaptación a la personalidad de cada clienta. Porque si no hay dos personas iguales, no debería haber dos prendas idénticas.